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damidelo

11 novembre 2009

estamos en bogota

Cada uno en su casa y Dios en la de todos.

Siempre que nosotros tenemos comunicación con otras personas, exponemos nuestras ideas. Esto se puede producir en una reunión de amigos o en el trabajo, en donde el objetivo, por lo general, es generar acciones de mejora a desarrollar. El problema es, que normalmente la exposición de ideas es muy desordenada, pues en la conversación se produce una mezcla de objetividad con diversos grados de emociones, de aspectos negativos objetivos y no objetivos, con opiniones personales, etc. En un caos como éste sólo las ideas que parecen obvias subsisten y se pierden otras muchas que pueden proporcionar excelentes resultados. en los problemas sombríos y de abrumadora responsabilidad la alegría serena, es cosa harto difícil, y, sin embargo, ¿hay algo más necesario que la alegría serena? Nada sale bien si no participa en ello la alegre travesura. Soló el exceso de fuerza es la prueba de fuerza. Una transmutación de todos los valores, interrogante negro y tremendo que proyecta sombras sobre quien lo plantea, obliga a cada instante a buscar el söl y sacudir una seriedad pesada, una seriedad que se ha vuelto demasiado pesada. Para este fin, bienvenidos sean todos los medios; cada caso es un caso de buena suerte. Sobre todo, la guerra. La guerra siempre ha sido la grande cordura de todos los espíritus que se han vuelto demasiado íntimos y profundos; hasta en la herida hay virtud curativa. Desde hace tiempo la siguiente máxima, cuyo origen escamoteo a la curiosidad erudita, ha sido mi divisa: Otro solaz, que bajo ciertas circunstancias me es aún más grato, consiste en tantear ídolos... Existen en el mundo más ídolos que realidades; tal es mi “mal de ojo” respecto a este mundo, como también mi “mal de oído”... Interrogar con el martillo y oír acaso coma respuesta ese famoso sanida hueco que dice de intestinos aquejados de flatosidad, ¡qué deleite supone para uno que tiene oídos aún detrás de los oídos!; para mí, avezado sicólogo y seductor ante el que precisamente lo que quisiera permanecer calladito tiene que hacerse oír...También este escrito-como lo revela el título-es ante todo solaz, rincón soleado, escapada a la sociedad, de un sicólogo. ¿Acaso también una nueva guerra? ¿Se tantean nuevos ídolos?... Este pequeño escrito es una gran declaración de guerra; y en cuanto al tanteo de ídolos, esta vez no son ídolos de la época, sino ídolos eternos los que aquí se tocan con el martillo como con el diapasón; no existen ídolos más antiguos, más convencidos, más inflados... ni más huecos... Lo cual no impide que sean los más creídos. Por otra parte, sobre lodo en el caso más distinguido, no se los designa en absoluto con el nombre de ídolo... En todos los tiempos, los más sabios han coincidido en este juicio acerca de la vida: no vale nada. Una y otra vez se les ha oído el mismo acento: un acento de duda, de melancolía, de cansancio de la vida, de resistencia a ella. Hasta Sócrates dijo al morir: “La vida es una larga enfermedad; debo un gallo al salvador Asclepio”. Hasta Sócrates estaba harto de vivir.Esta noción irreverente de que los grandes sabios son tipos de la decadencia, se me ocurrió precisamente en el caso en que más violentamente choca con el prejuicio erudito y profano: Sócrates y Platón se me revelaron como síntomas de decadencia, como instrumentos de la desintegración griega, como pseudogriegos, antigriegos (El origen de la tragedia, 1872). Comprendí cada vez más claramente que ese consensus sapientium lo que menos prueba es que estaban en lo cierto con aquello en que coincidían; que prueba, eso sí, que tales sabios debían coincidir en algo fisiológicamente, para adoptar así, por fuerza, una idéntica actitud negativa ante la vida. En último análisis, los juicios, de valor sobre la vida, en pro o en contra, jamás pudieron ser ciertos; sólo tienen valor como síntomas, sólo entran en consideración como síntomas. Tales juicios son en sí estúpidos. Es absolutamente preciso hacer una tentativa de aprehender esta asombrosa finesse de que el valor de la vida no puede ser apreciado. Ni por los vivos, toda vez que son parte, y aun objeto de litigio, y no jueces; ni por los muertos, por una razón diferente. El que un filósofo vea el valor de la vida como problema, se convierte en una objección contra él, en un interrogante a su sabiduría, en una falta de sabiduría. ¿Cómo? Todos esos grandes sabios ¿no solamente han sido décadents, sino que ni siquiera han sido sabios? Mas vuelvo al problema de Sócrates. Emerson: Mucho más esclarecido, inquieto, polifacético y refinado que Carlyle; sobre todo, más feliz... Se alimenta instintivamente con ambrosía dejando lo indigesto de las cosas. En comparación con Carlyle, un hombre de buen gusto. Carlyle, quien lo apreciaba mucho, decía de él: “A nosotros no nos da bastante de comer”, observación que acaso sea cierta, pero no en detrimento de Emerson. Tiene éste esa alegría serena, afable y espiritual que desmonta toda seriedad; ignora lo viejo que es y lo joven que será aún; podía haber dicho de sí, repitiendo palabras de Lope de Vega: “Yo me sucedo a mí mismo.” Su espíritu siempre encuentra razones para estar contento y aun agradecido, y a veces roza la alegre y serena trascendencia de ese buen hombre que volvió de una cita de amor tanquam re tiene gesta: “Ut desint vires-dijo agradecido-, tamen est laudanda voluptas.” Anti-Darwin. Por lo que se refiere a la famosa “lucha por la existencia”, me parece, por lo pronto, más sostenida que demostrada. Se da, sí; pero como excepción. El aspecto total de la existencia no es el apremio, el hambre, sino, por el contrario, la riqueza, la abundancia y aun el derroche absurdo; donde se lucha, se lucha por poder... No se debe confundir a Malthus con la Naturaleza. Mas suponiendo que se dé esta lucha-y se da, en efecto-, su desenlace es, por desgracia, justamente el contrario del que desea la escuela darwinista, desfavorable a los fuertes, los privilegiados, los excepcionales. Las especies no progresan en el sentido del perfeccionamiento; una y otra vez los débiles dan cuenta de los fuertes, por ser la abrumadora mayoría y también por ser más inteligentes... Darwin se olvidó del espíritu (¡gesto típicamente inglés!). Los débiles tienen más espíritu... Hay que tener necesidad de espíritu para adquirir espíritu; se pierde si no se le necesita. Quien tiene la fuerza prescinde del espíritu (“¡déjalo!-se piensa ahora en Alemania-; el Reich ha de quedar” ... ). Como se ve, yo entiendo por espíritu la prudencia, la astucia, la paciencia, la simulación, el gran dominio de sí mismo y todo lo que es mimetismo (éste comprende gran parte de la llamada virtud). Casuística de sicólogo. He aquí un conocedor de los hombres; ¿para qué estudia a los hombres? Quiere asegurarse pequeñas o grandes ventajas sobre ellos; ¡es un político! ... Aquel otro también es un conocedor de los hombres y no con fines egoístas. ¡Miradlo más de cerca! ¡Tal vez busque incluso una ventaja más grave: la de sentirse superior a los hombres, tener derecho a mirarlos por encima del hombro, distanciarse de ellos. Este “impersonal” desprecia a los hombres; aquel otro es la más humana de las dos especies, aunque la evidencia parezca demostrar lo contrario, pues, al menos, trata a los hombres en un plano de igualdad, sintiéndose como uno de ellos... El tacto sicológico de los alemanes aparece puesto en tela de juicio por una serie de casos que mi modestia me impide enumerar. En un determinado caso no habrá de faltarme un magno motivo para fundamentar mi tesis: reprocho a los alemanes haberse equivocado con Kant y con la que yo llamo “filosofía de las traspuertas” ; esto ciertamente no fue un dechado de probidad intelectual. Otra cosa que me saca de quicio es el fatal “y”: los alemanes dicen “Goethe y Schiller”; temo que hasta digan “Schiller y Goethe”... ¿Todavía no se sabe quién fue Schiller? No es éste, por cierto, el “y” más grave; yo mismo he oído, en verdad que sólo de labios de profesores de Universidad, “Schopenhauer y Hartmann”... Al cristianismo no se le debe adornar ni engalanar: él ha hecho una guerra a muerte a ese tipo superior de hombre, él ha proscrito todos los instintos fundamentales de ese tipo, él ha extraído de esos instintos por destilación, el mal, el hombre malvado, - el hombre fuerte considerado como hombre típicamente reprobable, como “hombre réprobo”. El cristianismo ha tomado, partido por todo lo débil, bajo malogrado, ha hecho un ideal de la contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte; ha corrompido la razón incluso de las naturalezas dotadas de máxima fortaleza espiritual al enseñar a sentir como pecaminosos, como descarriadores, como tentaciones, los valores supremos de la espiritualidad. ¡El ejemplo más deplorable - la corrupción de Pascal, el cual creía en la corrupción de su razón por el pecado original, siendo así que sólo estaba corrompida por su cristianismo! Entre alemanes se me comprende en seguida cuando yo digo que la filosofía está corrompida por sangre de teólogos. El párroco protestante es el abuelo de la filosofía alemana, el protestantismo mismo, su peccatum originale. Definición del protestantismo: la hemiplejía del cristianismo - y de la razón... Basta pronunciar la palabra “Seminario [Stift] de Tübinger” para comprender qué es en el fondo la filosofía alemana - una filosofía artera... Los suabos son los mejores mentirosos en Alemania, mienten inocentemente... ¿A qué se debió el júbilo que, al aparecer Kant, recorrió el mundo de los doctos alemanes, compuesto en sus tres cuartas partes por hijos de párrocos y de maestros -, a qué el convencimiento alemán, que aún hoy sigue encontrando eco, de que con Kant comienza un giro hacia algo mejor? El instinto de teólogo existente en el docto alemán adivinó qué es lo que, a partir de ese momento, volvía a ser posible... Un camino fortuito hacia el viejo ideal quedaba abierto, el concepto “mundo verdadero”, el concepto de la moral como esencia del mundo (- ¡los dos errores más malignos que existen!) volvían a ser ahora, gracias a un escepticismo ladinamente inteligente, si no demostrables, tampoco ya refutables... La razón, el derecho de la razón no llega tan lejos... Se había hecho de la realidad una “apariencia”; y se había hecho de un mundo completamente mentido, el de lo que es, la realidad. El éxito de Kant es meramente un éxito de teólogos: Kant fue, lo mismo que Lutero, lo mismo que Leibniz, una rémora más en la honestidad alemana, nada firme de suyo

Escribir peor que un médico.

Una parte de los medios de trabajo, incluyendo en ella las condiciones generales de trabajo, se incorpora y adhiere unas veces localmente, al entrar como medio de trabajo en el proceso de producción o al ponerse en acción para realizar la función productiva, como ocurre, por ejemplo, con las máquinas. Otras veces, se produce de antemano bajo esta forma vinculada localmente, como sucede, v. gr., con las mejoras de la tierra, los edificios fabriles, los altos hornos, los canales, los ferrocarriles, etc. La vinculación constante del medio de trabajo al proceso de producción dentro del cual debe actuar se halla condicionado aquí, al mismo tiempo, por su modalidad material. Y, por otra parte, puede ocurrir que un medio de trabajo cambie físicamente de lugar a cada paso y, sin embargo, se encuentre constantemente dentro del proceso de producción, que es el caso de las locomotoras, los barcos, el ganado de labor, etc. La inmovilidad no le da, en un caso, el carácter del capital fijo ni la movilidad se lo quita en el otro. Sin embargo, el hecho de que los medios de trabajo se hallen vinculados localmente, adheridos con sus raíces a la tierra, asigna a esta parte del capital fijo una función especial en la economía de las naciones. Estos objetos no pueden ser enviados al extranjero ni circular como mercancías en el mercado mundial. Los títulos de propiedad sobre este capital fijo pueden cambiar de mano, comprarse y venderse y circular, así, de un modo ideal. Puede incluso, ocurrir que estos títulos de propiedad circulen en mercados extranjeros, por ejemplo en forma de acciones. Pero el cambio de las personas propietarias de este tipo de capital fijo no hace cambiar la proporción existente entre la parte materialmente fija de la riqueza de un país y su parte móvil.2 Prostitutas en Barcelona Sin embargo, los ciclos de los capitales individuales se entrelazan unos con otros, se presuponen y se condicionan mutuamente, y este entrelazamiento es precisamente el que forma la dinámica del capital social en su conjunto. Del mismo modo que en la circulación simple de mercancías, la metamorfosis global de una mercancía constituía el eslabón de la serie de metamorfosis del mundo de las mercancías en su totalidad, aquí la metamorfosis del capital individual es un eslabón en la cadena de metamorfosis del capital social. Pero, mientras que la circulación simple de mercancías no incluía necesariamente, en modo alguno, la circulación del capital –ya que puede también desarrollarse a base de un tipo de producción no capitalista–, el ciclo del capital social en conjunto abarca asimismo, como queda dicho, la circulación de mercancías que discurre al margen del capital individual; es decir, la circulación de aquellas mercancías que no constituyen capital. Prostitutas en BCN Primera: el período de trabajo del capital de 900 libras primeramente desembolsado termina a las 9 semanas y no refluye sino al cabo de otras 3, o sea, al comenzar la l3ª semana. Pero el capital adicional de 300 libras permite iniciar inmediatamente un nuevo período de trabajo. Y esto es precisamente lo que asegura la continuidad de la producción. Prostitutas de lujo Por otra parte, la naturaleza del asunto exige que el propio ciclo se encargue de retener el capital, durante cierto tiempo, en las distintas fases del proceso. En cada una de sus fases, el capital industrial se halla vinculado a una determinada forma, como capital–dinero, capital productivo y capital–mercancías. Y sólo después de realizar la función correspondiente a cada una de esas formas, asume aquélla bajo la que puede pasar ya a una nueva fase de transformación. Para esclarecer esto, hemos dado por supuesto, en nuestro ejemplo, que el valor–capital de la masa de mercancías creada en el proceso de producción es igual a la suma total del valor primitivamente desembolsado en dinero; o, dicho en otros términos, que todo el valor–capital desembolsado en dinero pasa de golpe de cada fase a la siguiente. Pero, ya hemos visto (libro I, cap. VI, pp.. 160–170), que una parte del capital constante, los medios de trabajo en sentido estricto (las máquinas, por ejemplo), sirve, una y otra vez, en un número mayor o menor de repeticiones de los mismos procesos de producción y que, por tanto, sólo transfiere fragmentariamente su valor al producto. Hasta qué punto esta circunstancia modifica el proceso cíclico del capital, lo veremos más adelante. Aquí, baste con saber lo siguiente. En nuestro ejemplo, el valor del capital productivo = 422 libras esterlinas incluía solamente el desgaste de los edificios fabriles, de la maquinaria, etc., calculado por término medio; es decir, solamente la parte de valor que en la transformación de 10,600 libras de algodón en 10,000 libras de hilo transfieren a éste, al producto de un proceso semanal de trabajo de hilado de 60 horas. Entre los medios de producción en que se invierte el capital constante de 372 libras esterlinas desembolsado, figuraban también, por tanto, los edificios, la maquinaria, etc., como si no se hubiese hecho otra cosa que alquilarlos en el mercado por una cantidad semanal. Pero esto no hace cambiar en lo más mínimo los términos del problema. Para transferir al producto todo el valor de los medios de trabajo comprados y consumidos durante este tiempo, no tenemos más que multiplicar la cantidad de hilo producida en una semana (10,000 libras) por el número de semanas que entran en una determinada serie de años. Y, entonces, se ve claro que el capital–dinero desembolsado no hace más que transformarse en estos medios; es decir, no tiene más remedio que salir de la primera fase D–M, para poder funcionar como capital productivo P. Asimismo es claro, en nuestro ejemplo, que la suma de valor–capital de 422 libras esterlinas incorporada al hilo durante el proceso de producción no puede entrar en la fase de circulación M'–D' como parte integrante del valor de las 10,000 libras de hilo antes de que el producto esté terminado. El hilo no puede venderse antes de estar hilado. Escorts en Barcelona Mis imposibles. Séneca: o el torero de la virtud. Rousseau: o el retorno a la Naturaleza in impuris na­turalibus. -Schiller: o el trompeta moral de Säckingen. Dante: o la hiena que compone sus versos en tumbas.­Kant: o cant como carácter inteligible.-Víctor Hugo: o el faro junto al mar del absurdo.-George Sand: o lactea ubertas, o sea, la vaca lechera con “estilo hermoso”.-Michelet: o el entusiasmo en mangas de camisa.-Carlyle: o el pesimismo como almuerzo mal digerido. John Stuart Mill: o la claridad agraviante. Les frères de Goncourt: o los dos Ayax trabados en lucha con Homero. Música de Offenbach. Zola: o “el deleite de heder”. Madrid escorts Los modos como puede invertirse el valor para que funcione como capital, para que deje a su poseedor una plusvalía, son tan diversos, tan múltiples, como las esferas de inversión del capital. Equivalen a indagar las distintas ramas de producción en que el capital puede invertirse. El problema, así formulado, va más allá. Entraña el problema de cómo el valor, aunque no se invierta como capital productivo, puede funcionar como capital para su propieta­rio; por ejemplo, como capital productivo de intereses, como capital comercial, etc. Nos hallamos, pues, inmensamente lejos del objeto real del análisis, a saber, del problema de cómo la división del capital productivo en los distintos elementos que lo forman, prescindiendo de la distinta esfera en que se inviertan, influye en su rotación. Prostitutas en valencia La diferencia carente de sentido entre la suma principal y la suma adicional contenida en D' en cuanto resultado del movimiento D... D', desaparece inmediatamente, tan pronto como D' vuelve a funcionar activamente como capital–dinero es decir, cuando no se inmoviliza como expresión en dinero del capital industrial valorizado. El ciclo de capital–dinero no puede comenzar jamás por D' (a pesar de que D' funciona ahora como D), sino que comienza siempre por D; es decir, no puede comenzar nunca como expresión de la relación de capital, sino que comienza siempre, exclusivamente, como forma de desembolso del valor del capital. Tan pronto como las 500 libras esterlinas se desembolsan nuevamente como capital para ser valorizadas de nuevo, son un punto de partida en vez de un punto de retorno. Ahora, se desembolsa, no un capital de 422 libras esterlinas, sino un capital de 500, más dinero que antes, más valor–capital, pero la relación entre las dos partes integrantes desaparece, del mismo modo que hubiese podido funcionar como capital desde el primer momento la suma de 500 libras esterlinas en vez de la de 422. Acompañantes sexo Barcelona Finalmente, la mayor parte de los individuos de la sociedad se ven convertidos en obreros asalariados, en gentes que viven sin reservas, que perciben su salario semanalmente y se lo gastan al día, que, por tanto, necesitan encontrar sus medios de vida disponibles en el mercado. Y, por mucho que los distintos elementos integrantes de este fondo de existencias se movilicen, una parte de ellos tiene por fuerza que hallarse constantemente paralizada para que el fondo de existencias pueda moverse continuamente. Putas en Bilbao En segundo lugar, al repetirse el acto D... D', el retorno a la forma–dinero tiende a desaparecer, lo mismo que la forma–dinero en la primera fase. D–M desaparece para ceder el puesto a P. Los nuevos y constantes desembolsos en dinero, al igual que el constante retorno de éste como dinero, aparecen como factores que tienden a desaparecer dentro del ciclo. Escort Madrid En el ejemplo anterior partíamos de un supuesto en que el tiempo de trabajo = 2/3 , el tiempo de circulación = 1/3 del período de rotación, siendo el tiempo de trabajo, por tanto, un simple múltiplo del tiempo de circulación. Se trata ahora de saber sí la disponibilidad del capital que aquí se observaba se da también aunque no ocurra eso. latex el comprador no dispone solamente de los medios de producción y de la. fuerza de trabajo para producir un artículo útil, sino que dispone, además, de un caudal de fuerza de trabajo, de una cantidad de trabajo mayor de la que necesita para reponer el valor de la fuerza de trabajo, y al mismo tiempo de los medios de producción indispensables para realizar o materializar esta suma de trabajo: dispone, por tanto, de los factores necesarios para producir artículos de un valor superior al de sus elementos de producción, o sea, una masa de mercancías que encierran una plusvalía. El valor desembolsado por él en forma de dinero reviste ahora, por tanto, una forma natural que le permite realizarse como valor preñado de plusvalía (en forma de mercancías). Dicho en otros términos, aparece en el estado o bajo la forma de capital productivo, de capital dotado de la propiedad de crear valor y plusvalía. Al capital que adopta esta forma lo llamamos P. francés completo Dentro de la producción capitalista, el atesoramiento como tal no constituye nunca una finalidad, sino el resultado de una de tres cosas: o de un estancamiento de la circulación –cuando asumen la forma de tesoro masas de dinero mayores que de costumbre–, de las acumulaciones condicionadas por la rotación o, finalmente, de la formación de un capital–dinero, que por el momento presenta forma latente, pero que está destinado a funcionar como capital productivo. masajes barcelona

Repetirse más que un disco rayado.

Creemos que es éste el lugar indicado para rebatir una acusación que se ha formulado contra Marx; acusación que al principio sólo se apuntaba en voz baja y por contadas personas, y que hoy, después de muerto Marx, los socialistas de cátedra y de Estado y sus seguidores hacen circular por ahí como un hecho establecido: la acusación de que Marx se limitó a plagiar a Rodbertus. Acerca de esto ya he tenido ocasión de decir en otro lugar1 lo que más urgía decir, pero es ahora cuando podré aportar las pruebas documentales decisivas. tantra A pesar de que este caso representa siempre en la realidad una excepción casual, debe servirnos de punto de partida para nuestras consideraciones, por ser aquel en que los términos del problema se presentan de un modo más sencillo y más tangible. callgirl barcelona ¿Y Rodbertus? Después de leer todo esto, ve en ello –economista de tendencia, como siempre– un "asalto a la sociedad", le parece que él ha dicho de un modo mucho más breve y más claro de dónde nace la plusvalía y encuentra, finalmente, que todo esto se amolda, indudablemente, a "la actual forma de capital", es decir, al capital tal como existe históricamente, pero no al "concepto del capital", es decir, a la idea utópica que del capital se ha formado el señor Rodbertus. Exactamente lo mismo que sucedía al vejo Priestley, que hasta su muerte ponía la mano en el fuego por el flogismo, sin querer saber absolutamente nada del oxígeno. Con la diferencia de que Priestley fue realmente el primero que tropezó con el oxígeno, mientras que Rodbertus, con su plusvalía, o mejor dicho con su "renta", no hizo más que volver a descubrir un lugar común, y de que Marx, al contrario que los predecesores de Lavoisier, jamás afirmó haber sido el primero en descubrir el hecho de la existencia de la plusvalía. madrid callgirl Y el problema no se simplifica, ni mucho menos, deslizando de contrabando factores ajenos a él, diciendo, por ejemplo, con el coronel Torrens: “La demanda efectiva consiste en la capacidad e inclinación(!) del consumidor a dar por las mercancías, mediante intercambio directo o indirecto, una determinada porción de ingre­dientes del capital, superior a la que cuesta su producción.”28 En la circulación, productores y consumidores sólo se enfrentan como vendedores y compradores, respectivamente. Afirmar que la plusvalía del productor tiene su origen en el hecho de que los consumidores pagan la mercancía por encima de su valor, equivale a mantener embozadamente la sencilla tesis de que los poseedores de mercancías tienen, como vendedores, el privilegio de vender demasiado caro. Si el vendedor produce directamente la mercancía o representa a su productor, el comprador, a su vez, ha producido personalmente la mercancía materializada en su dinero, o representa, por lo menos, a su productor. Son, pues, dos productores los que se enfrentan. Lo único que los separa es que el uno compra y el otro vende. Sosteniendo que el poseedor de mercancías, al que damos el nombre de productor, venda la mercancía por menos de lo que vale, que bajo el nombre de consumidor la paga más cara, no avanzaremos ni un solo paso.29 videos Puede ocurrir que el precio del trabajo continúe subiendo, porque su alza no estorbe los progresos de la acumulación; esto no tiene nada de maravilloso, pues, como dice A. Smith, "aunque la ganancia disminuya los capitales pueden seguir creciendo, y crecer incluso más rápidamente que antes... En general, los grandes capitales crecen, aun siendo la ganancia más pequeña, con más rapidez que los capitales pequeños con grandes ganancias." (Wealth of Nations, II, p. 189 [t. I, pp. 217s.]). En estas condiciones, es evidente que la reducción del trabajo no retribuido no estorba en lo más mínimo la expansión del imperio del capital. El otro término de la alternativa es que la acumulación se amortigüe al subir el precio del trabajo, si esto embota el aguijón de la ganancia. La acumulación disminuye, pero, al disminuir, desaparece la causa de su disminución, o sea, la desproporción entre el capital y la fuerza de trabajo explotable. Es decir, que el propio mecanismo del proceso de producción capitalista se encarga de vencer los obstáculos pasajeros que él mismo crea. El precio del trabajo vuelve a descender al nivel que corresponde a las necesidades de explotación del capital, nivel que puede ser inferior, superior o igual al que se reputaba normal antes de producirse la subida de los salarios. Como se ve, en el primer caso no es el descenso operado en el crecimiento absoluto o proporcional de la fuerza de trabajo o de la población obrera el que hace que sobre capital, sino que, por el contrario, el incremento del capital hace que sea insuficiente la fuerza de trabajo explotable. Y, en el segundo caso, la insuficiencia del capital no se debe al descenso operado en el crecimiento absoluto o proporcional de la fuerza de trabajo o población obrera, sino que es, por el contrario, la disminución del capital la que crea un remanente de fuerza de trabajo explotable o, mejor dicho, la que hace excesivo su precio. Son estas variaciones absolutas en la acumulación del capital las que se reflejan como variaciones relativas en la masa de la fuerza de trabajo explotable, lo que induce a creer que se deben a las oscilaciones propias de ésta. Para decirlo en términos matemáticos: la magnitud de la acumulación es la variable independiente, la magnitud del salario la variable dependiente, y no a la inversa. Así, en las fases de crisis del ciclo industrial, el descenso general que se opera en los precios de las mercancías se traduce en un alza del valor relativo del dinero, y, viceversa, la baja del valor relativo del dinero que se advierte en las tases de prosperidad no es más que el reflejo del alza general de los precios de las mercancías. La llamada escuela de la currency deduce de aquí que cuando rigen precios altos circula mucho dinero, y cuando rigen precios bajos, poco. Su ignorancia y total desconocimiento de los hechos8 encuentran un digno paralelo en los economistas que interpretan aquellos fenómenos de la acumulación diciendo que en un caso faltan obreros y en el otro sobran. putas ibiza No obstante, el profesor Rogers llega al resultado de que el obrero agrícola de nuestros días, sin hablar de sus predecesores de la segunda mitad del siglo XIV y de los del siglo XV, comparado simplemente con los del período que va de 1770 a 1780, vive en condiciones extraordinariamente peores, pues resulta que “vuelvea ser un siervo de la gleba”; a lo que debemos añadir que es un siervo mal comído y mal alojado.87 En su memorable Informe sobre las condiciones de la vivienda de los obreros del campo, el Dr. Julián Hunter dice: “Los gastos de manutención del hind (nombre que se da a los jornaleros del campo desde los tiempos de la servidumbre de la gleba) se calculan partiendo de la cantidad mínima estrictamente indispensable para vivir... Su salario y alojamiento no se calculan en proporción a la ganancia que se le arranca. El bracero del campo es un cero en los cálculos del agricultor...88 Sus medios de sustento se consideran siempre como una cantidad fíja.”89 “En cuanto al peligro de nuevas reducciones de sus ingresos puede decir: nihil habeo, nihil curo (134a.) No tiene por qué mirar con miedo al porvenir, porque no posee nada, fuera de lo estrictamente indispensable para vivir. Ha llegado al punto de congelación, del que arrancan como flecha los cálculos de su patrono. Venga lo que viniere, él no tendrá parte alguna en la felicidad ni en la desdicha.”90 escorts mallorca La mitad, el 60/125, de las categorías de obreros industriales investigadas no consumía ni una gota de cerveza, el 28 por 100 ni una gota de leche. El promedio semanal de los alimentos líquidos oscilaba entre 7 onzas, que era la dosis de las costureras, y 243/4 onzas, dosis de los calceteros. Entre los jornaleros privados totalmente de leche formaban la mayoría las costureras de Londres. La cantidad de pan y otras sustancias semejantes consumida semanalmente variaba de 73/4 libras, ración obtenida por las costureras, a 11 1/4 libras, ración de los zapateros, arrojando un promedio total de 9.9 libras semanales por obrero adulto. El consumo de azúcar (jarabes, etc.) oscilaba entre 4 onzas semanales, para los guanteros en piel, y 11 onzas para los calceteros; el promedio total, para todas las categorías, era de 8 onzas semanales por obrero adulto. El promedio total de manteca (grasa, etc.) por semana arrojaba 5 onzas por obrero adulto. El promedio semanal de carne (tocino, etc.) por obrero adulto oscilaba entre 71/4 onzas, que obtenían los tejedores en seda, y l81/4 onzas, que tocaban a los guanteros en piel; promedio total, para las diversas categorías: 13.6 onzas. El costo semanal de la alimentación por obrero adulto arrojaba como promedio general las siguientes cifras: tejedores en seda, 2 chelines y 21/2 peniques, costureras, 2 chelines y 7 peniques; guanteros, 2 chelines y 91/2 peniques; zapateros, 2 chelines y 73/4 peniques; calceteros, 2 chelines y 61/4 peniques. El promedio semanal de los tejedores en seda de Macclesfield era de 1 chelin 81/2 peniques. Las categorías peor alimentadas eran las costureras, los tejedores en seda y los guanteros en piel.49

La ley de la producción capitalista sobre la que descansa esa pretendida "ley natural de la población" se reduce sencillamente a esto: la relación entre el capital, la acumulación y la cuota de salarios no es más que la relación entre el trabajo no retribuido, convertido en capital, y el trabajo remanente indispensable para los manejos del capital adicional. No es, por tanto, ni mucho menos, la relación entre dos magnitudes independientes la una de la otra: de una parte, la magnitud del capital y de otra la cifra de la población obrera; es más bien, en última instancia, pura y simplemente, la relación entre el trabajo no retribuido y el trabajo pagado de la misma población obrera. Si la masa del trabajo no retribuido, suministrado por la clase obrera y acumulado por la clase capitalista, crece tan de prisa que sólo puede convertirse en capital mediante una remuneración extraordinaria del trabajo pagado, los salarios suben y, siempre y cuando que los demás factores no varíen, el trabajo no retribuido disminuye en la misma proporción. Pero, tan pronto como este descenso llega al punto en que la oferta del trabajo excedente de que el capital se nutre queda por debajo del nivel normal, se produce la reacción: se capitaliza una parte menor de la renta, la acumulación se amortigua y el movimiento de alza de los salarios retrocede. Como vemos, el alza del precio del trabajo se mueve siempre dentro de límites que no sólo dejan intangibles las bases del sistema capitalista, sino que además garantizan su reproducción en una escala cada vez más alta. La ley de la acumulación capitalista, que se pretende mistificar convirtiéndola en una ley natural, no expresa, por tanto, más que una cosa: que su naturaleza excluye toda reducción del grado de explotación del trabajo o toda alza del precio de éste que pueda hacer peligrar seriamente la reproducción constante del régimen capitalista y la reproducción del capital sobre una escala cada vez más alta. Y forzosamente tiene que ser así, en un régimen de producción en que el obrero existe para las necesidades de explotación de los valores ya creados, en vez de existir la riqueza material para las necesidades del desarrollo del obrero. Así corno en las religiones vemos al hombre esclavizado por las criaturas de su propio cerebro, en la producción capitalista le vemos esclavizado por los productos de su propio brazo.9 masajes barcelona "Supongamos –dice H. Merivale, antiguo profesor de economía política en Oxford y más tarde funcionario del ministerio colonial inglés–, supongamos que, con ocasión de una crisis, la nación hiciese un esfuerzo ímprobo para deshacerse, por medio de la emigración, de unos cuantos cientos de miles de brazos sobrantes: ¿cuál sería la consecuencia de esto? Que, en cuanto volviese a presentarse la demanda de trabajo, se produciría un déficit. Por muy rápida que sea la reproducción humana, siempre hará falta el intervalo de una generación para reponer los obreros adultos. Ahora bien; las ganancias de nuestros fabricantes dependen primordialmente de la posibilidad de aprovechar los momentos propicios en que se reaviva la demanda, resarciéndose con ellos de las épocas de paralización. Esta posibilidad sólo se la garantiza el mando sobre la maquinaria y el trabajo manual. Han de contar con brazos disponibles, con medios para cargar o descargar la tensión de sus actividades en la medida en, que sea necesario, con arreglo a las exigencias del mercado, de otro modo, no podrán bajo ningún concepto afirmar en la batida de la concurrencia la supremacía sobre la que descansa la riqueza de este país."15 Hasta el propio Malthus reconoce como una necesidad de la moderna industria la existencia de la superpoblación, que él, con su horizonte limitado, concibe como un exceso absoluto de población obrera y no como un remanente relativo. Dice Malthus: "Ciertas prácticas previsoras en punto al matrimonio, sí se aplican con cierta extensión entre la clase obrera de un país que vive principalmente de la manufactura y el comercio, pueden llegar a perjudicarle... Dada la naturaleza de la población, no puede lanzarse al mercado una nueva promoción de obreros hasta que no pasen de 16 o 18 años, y la transformación de renta en capital por el ahorro puede seguir un curso mucho más rápido; un país se halla siempre expuesto a que su fondo de trabajo crezca con mayor rapidez que su población."16 Después de declarar la producción constante de una superpoblación relativa de obreros como una necesidad de la acumulación capitalista, la economía política, revistiendo muy congruentemente la figura de una vieja solterona, pone en labios del "beau ideal" de su capitalista las siguientes palabras, dirigidas a los "supernumerarios", a quienes su propia creación de nuevos capitales lanza al arroyo: "Nosotros, los fabricantes, hacemos por vosotros lo que podemos, al aumentar el capital del que vosotros tenéis que vivir; de vosotros depende el hacer lo demás, ajustando vuestro número a los medios de vida disponibles."17 www.sexoanuncios.com.es En su forma de máquina, el instrumento de trabajo se convierte enseguida en competidor del propio obrero.112 El aumento del capital por medio de la máquina se halla en razón directa al número de obreros cuyas condiciones de vida anula ésta. Todo el sistema de la producción capitalista descansa sobre el hecho de que el obrero vende su fuerza de trabajo como una mercancía. La división del trabajo reduce esa fuerza de trabajo a la pericia puramente pormenorizada del obrero en el manejo de una herramienta parcial. Al pasar el manejo de la herramienta a cargo de la máquina, la fuerza de trabajo pierde su valor de uso, y con él su valor de cambio. El obrero no encuentra salida en el mercado, queda privado de valor, como el papel–moneda retirado de la circulación. La parte de la clase obrera que la maquinaria convierte de este modo en población sobrante, es decir, inútil por el momento para los fines de explotación del capital, sigue dos derroteros: de una parte, se hunde en la lucha desigual entablada por la vieja doctrina manual y manufacturera contra la industria maquinizada; de otra parte, inunda todas las ramas industriales fácilmente accesibles, abarrota el mercado de trabajo de mano de obra y hace, con ello, que el precio de la fuerza del trabajo descienda por debajo de su valor. A estos obreros pauperizados se les dice, como un gran consuelo, que sus sufrimientos son "pasajeros" ("a temporary inconvenience") y que la maquinaría sólo se adueña paulatinamente de toda una rama de producción, con lo cual se contrarrestan el volumen y la intensidad de sus efectos destructores. De estos dos consuelos, el uno se da de puñetazos con el otro. Allí donde la máquina conquista gradualmente un campo de producción, provoca la miseria crónica en las capas obreras que compiten con ella. Y si la transición es rápida, los efectos se dan en masa y tienen un carácter agudo. La historia universal no conoce drama más espantoso que el de la desaparición de los tejedores algodoneros ingleses, drama que vino arrastrándose durante decenios, hasta que por fin encontró su desenlace final en 1838. Muchos de estos desgraciados murieron de hambre y otros muchos vegetaron durante años y años, con sus familias, a base de un jornal de dos peniques y medio diarios.113 En cambio, en la India oriental la maquinaria algodonera inglesa surtió efectos agudos. He aquí cómo se expresa el que fue gobernador general de la India inglesa desde 1834 a 1835: "La miseria reinante no encuentra apenas paralelo en la historia del comercio. Los huesos de los tejedores algodoneros hacen blanquear las llanuras de la India." Indudablemente, para estos tejedores las máquinas sólo producían "males pasajeros"; después de morir, ya no los advertían. Por lo demás, los efectos "temporales” de la maquinaria son bastante permanentes, puesto que no hace más que adueñarse de nuevas zonas de producción. La faceta independiente y extraña que el régimen capitalista de producción presta a las condiciones y a los productos del trabajo respecto al obrero, enfrentándolas con éste, se convierte, con la maquinaria, en una abierta y total contradicción.114 Por eso es en la era de la maquinaria cuando estallan las primeras revueltas brutales del obrero contra los instrumentos de trabajo. BCN Box El tercer lugar después de Londres, en lo que a la miseria en materia de vivienda se refiere, lo ocupa Bristol. “Aquí, en una de las ciudades más ricas de Europa, lindando la mayor de las abundancias y la más desnuda de las pobrezas (“blank poverty”) y míseros albergues.”64 artes graficas El aumento de las rentas englobadas bajo la rúbrica D sólo representa, desde 1853 a 1864, un promedio anual del 0.93 mientras que en la Gran Bretaña asciende, durante el mismo pe­riodo, a 4.58. El cuadro siguiente se refiere a la distribución de los beneficios (con exclusión de los percibidos por los colonos) en los años de 1864 y 1865. discotecas en lleida Aunque, en las ramas de trabajo en que se implanta, la maquinaria desplaza forzosamente a cierto número de obreros, puede sin embargo, ocurrir que en otras ramas de trabajo provoque una demanda mayor de mano de obra. Pero este efecto nada tiene que ver con la llamada teoría de la compensación. Como todo producto mecánico, por ejemplo una vara de tejido a máquina, es más barato que el producto manual de la misma clase desplazado por él, de aquí se sigue como ley absoluta, lo siguiente: si la cantidad total del artículo producido a máquina sigue siendo igual a la del artículo manual o manufacturero que aquél que viene a sustituir, la suma total del trabajo invertido disminuirá. El aumento de trabajo que suponga la producción del instrumento de trabajo, de la máquina, del carbón, etc., tiene que ser, forzosamente, inferior a la disminución de trabajo conseguida mediante el empleo de la maquinaria. De otro modo, el producto mecánico seria tan caro o más que el producto manual. En realidad, lejos de mantenerse invariable, la masa total de los artículos mecánicos producidos por un número menor de obreros excede en mucho a la masa total de los artículos manuales desplazados por aquéllos. Supongamos que 400,000 varas de tejido a máquina sean fabricadas por menos obreros que 100,000 varas de tejido a mano. En la masa cuadruplicada de producto entra una masa cuadruplicada de materia prima. Esto plantea, por tanto, la necesidad de cuadruplicar la producción de las materias primas. En cambio, en lo que se refiere a los instrumentos de trabajo utilizados: edificios, carbón, maquinaria, etc., el límite dentro del cual puede aumentar el trabajo adicional necesario para su producción varía con la diferencia entre la masa del producto mecánico y la masa del producto manual fabricado por el mismo numero de obreros. guia ocio lleida Analicemos ahora el incremento de la riqueza. El punto de apoyo más seguro, para esto, es el movimiento de los beneficios, rentas de la tierra, etc., sometidas al impuesto de la renta. Desde 1853 a 1864, el aumento de las utilidades imponibles (sin incluir los colonos ni algunos otros conceptos) es, en la Gran Bretaña, del 50.47 por 100 (lo que representa un 4.58 por 100 de promedio anual.30 Durante el mismo período, el aumento de las rentas de la tierra sujetas a tributación (incluyendo casas, ferrocarriles, minas, factorías pesqueras, etc.) es del 38 por 100, o sea un 35/12 por 100 anual. Los conceptos que más se destacan son los siguientes: Piso BCN 47 "Los economistas se inclinan demasiado a considerar una determinada cantidad de capital y un determinado número de obreros como instrumentos de producción de fuerza uniforme y dotados de una cierta intensidad, uniforme también... Aquellos que afirman que las mercancías son los únicos agentes de la producción demuestran que la producción no puede aumentarse nunca, pues para ello habría que aumentar previamente los medios de vida, las materias primas y los instrumentos de trabajo, lo que en el fondo equivale a sostener que la producción no puede crecer sin un previo crecimiento de la producción o, dicho en otros términos, que su crecimiento es imposible." (S. Bailey, Money and its Vicissitudes, pp. 58 y 70.) Bailey critica este dogma, principalmente desde el punto de vista del proceso de la circulación.

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